Cena hobbit (Armenelos 2006)
Salve, Pueblo de Númenor,
La Casa de Armenelos tiene el honor de abrir sus puertas para celebrar la Cuarta Cena Hobbit de Armenelos, que tendrá lugar en las estancias de Bruka el Lossadan el próximo sábado 12 y domingo 13 de agosto.
Se invita a todos los Númenóreanos y a los embajadores de lugares varios a que acudan a la celebración de esta Cena Hobbit Veraniega, como ya ha venido siendo típico en años anteriores.
El sábado, a la hora de cenar, con comida, lectura y, sobre todo, ganas de pasar una mágica velada en la ciudad de Armenelos.
Contaremos historias del lejano Harad, comeremos como hobbits y descansaremos recordando las antiguas canciones, todo aderezado con las comodidades de Arminalêth, viejos y nuevos amigos se darán cita y las sonrisas volarán, brindando por los ausentes.
Bilbo Bolsón la llamaba una "fiesta", pero era en realidad una variedad de entretenimientos combinados. Prácticamente habían sido invitados todos los que vivían cerca. Muy pocos fueron omitidos por error, pero esto no tuvo importancia, pues lo mismo acudieron. (SA,1,I:45)
Variedad de entretenimientos combinados
A las 18:00 tendrá lugar la recepción y agasajo de amigos e invitados de lugares varios, y se les invitará a descansar del camino en la sala del té.
La sala se fue llenando lentamente, y Frodo observó con deleite las muchas caras hermosas que se habían reunido allí: la luz dorada del fuego jugueteaba sobre las distintas facciones y relucía en los cabellos. (SA,2,I:110)
El toque de las Ulumúri (21:30) anunciará la tradicional cena de gala de la Casa de Armenelos, que comenzará con el solemne brindis de Númenor.
-Siempre lo hacemos- dijo Faramir cuando por fin se sentaron-; volvemos la mirada hacia Númenor, la Númenor que fue, y más allá de Númenor hacia el Hogar de los Elfos que todavía es, y más lejos aún hacia lo que es y siempre será. ¿No hay entre vosotros una costumbre semejante a la hora de las comidas? (SA,4,V:104)
De noche, en la Sala del Fuego, compartiremos historias traídas de Harad y de otros lugares y, más tarde, contemplaremos el firmamento, la música de Zahair, Eru, el que Es.
El cielo también cambiaba durante la noche, y las estrellas se volvían extrañas, distintas. No permitían que leyéramos en ellas nuestro rumbo. No hicimos caso de estos presagios, pero entendimos por qué los elfos rehuyeron estas tierras al principio de Arda.
Los valientes que no sucumban al sueño podrán unirse al delirio de la Noche Intemporal...
"...el carnicero, después de matar a dos inspectores de hacienda y meterlos en el congelador, organizó una barbacoa." (Take your daughter to the slaughter)
El trueno de las ulumúri precederá al desayuno hobbit. Con fuerzas renovadas, los asistentes participarán en los juegos acuáticos meneltármicos.
"SEÑOR CONEJO: Manifestantes... Equipo de natación sincronizada sobre tierra batida de Númenor". (L.A.G.)
Comida, restos y despojos... y despedida.
Los asistentes encontrarán las puertas abiertas, y brindaremos por los que no hayan podido venir.
Una casa perfecta, tanto te guste comer o dormir o contar cuentos o cantar, o sólo quedarte sentado pensando, o una agradable combinación de todo. (SA,2,I:64)
Rumbo a Harad
Harad se sirvió de nuestros sueños para convocarnos, para seducirnos con los mágicos contrastes de sus tierras. Los verdes de sus selvas, los turquesas de su mar y los amarillos y marrones de sus desiertos.
Pusimos rumbo a Harad sin resistirnos; sin colocar bridas al deseo irrefrenable de contemplar las huellas de su pasado, las señales de su presente y los indicios de su futuro.
Con el respeto de los que reciben una invitación que creen que no merecen, nos pusimos en camino, esperando que Harad accediera a mostrarnos sus secretos...
Las invitaciones habían comenzado a repartirse dos semanas antes. Cartas y mágicos mensajes de voz habían llegado a las más altas y honorables casas de la Tierra Media, para comunicar que los señores de Armenelos celebraban su Cuarta Gran Cena.
Los festejos serían grandes pues se quería conmemorar su regreso de las lejanas tierras de Harad. De allí habían traído cuentos, historias, té, aromas y manjares con los que agasajar a sus invitados.
Algunos testigos que los habían visto regresar aseguraban que en sus alforjas habían traído también pequeñas estrellas de luz tímida caídas del cielo, y afirmaban que serían entregadas a los comensales. Otros hablaban de la llegada de cargamentos de grandes bloques de hielo que entraban en las tierras de Armenelos desde el norte enviados por los Lossadan. Se decía que los cocineros preparaban un misterioso dulce que sólo podía elaborarse con los hielos del lejano pueblo de Bruka. Y había un tercer grupo que decía haber visto a hombres tostados vestidos de rojo con adornos de oro, que llegaban por la noche montados sobre extraños y altos caballos con gibas, cargados con frutas nunca vistas antes.
Pronto comenzaron a llegar las contestaciones de los invitados. Muchos ratificaron su presencia sólo a los anfitriones para sorprender al resto de asistentes, y otros escogieron misivas abiertas que podía leer todo aquel que se encontrara con el mensajero. De este modo, llegaban noticias de distintos rincones sobre grandes señores y damas que anunciaban su asistencia a la cita y de otros que, embarcados en grandes viajes, lamentaban no poder asistir.
Empezó a decirse que entraban en Armenelos mágicas casas hechas de tela así como numerosos libros antiguos, variados cojines y raras alfombras. También se hablaba de antorchas que no se apagaban con el viento y de una gran piedra, aunque de ella sólo se hablaba en susurros. Se decía que era una de las legandarias piedras videntes, palantiri se creía que se llamaban, que permitían establecer comunicación a miles de leguas de distancia.
Unos días antes de la Cuarta Gran Cena, se extendió el rumor de que trece enanos y un anciano vestido de gris de larga barba habían llegado a la Casa de Armenelos y serían los invitados de honor. Salvo Tharkas, hacía muchísimo tiempo que no se veía ningún enano en Armenelos, lo cual, unido a la peculiar descripción del anciano y a todas las historias y rumores que relatamos aquí, provocó que muchos desconfiaran y no creyeran esta última historia.
Sin embargo, dos días antes del acontecimiento Eámanë salió de la Casa sin percatarse de que la puerta quedaba entreabierta... Los más curiosos se asomaron esperando conseguir primicias que contar al resto y su sorpresa fue extraordinaria cuando vieron colgados en el perchero de la entrada uno, dos, tres, cuatro.... hasta trece capuchones enanos y, a su lado, un enorme sombrero puntiagudo de color gris.
No se habló de otra cosa hasta el gran día: el 21 de Urimë. Los sabios astrónomos auguraban para aquella noche lluvia de estrellas y de amigos. Pero aún hubo otra sorpresa más. Poco antes de la hora señalada llegaron a la Casa de Armenelos dos preciosos caballos élficos sin jinetes, y depositaron a la entrada de la casa un paquete envuelto en seda y plata como los que tejen las damas del escondido país de Lórien. Los anfitriones presentaron sus respetos a los mensajeros y les invitaron a descansar en los jardines de la Casa antes de regresar a sus apreciadas tierras.
Poco después se desvelaba el secreto del paquete, al colocar Tharkas y Bruka del exterior más elevado de la Casa el escudo de Armenelos tejido sobre un gran manto de plata y azur. Todo estaba listo: la Casa de Armenelos abría sus puertas a los invitados.
Una casa perfecta, tanto te guste comer o dormir o contar cuentos o cantar, o sólo quedarte sentado pensando, o una agradable combinación de todo. (SA,2,I:64)
El gran Ardias fue el primero en llegar y con él se inició la lluvia de amigos anunciada por el cielo. Tras él, los añorados Eärendil I, Eärendil III, Kal, Zigur y Smeagol, la noble Sonia y el ilustre Draufin, los admirados Môrniel y Annatar, Gwaihir, el Señor de los Vientos, y los muy queridos Valandil, Beatriz, Terroncillo y Fimbrethil.
A la entrada, ocupaban el perchero trece capuchones de enanos junto a una gran sombrero gris, el gabán de Bruka, el tocado de Eámanë y la bufanda a rayas de un joven mago llegado hacía dos días para enseñar a los anfitriones un nuevo juego acuático meneltármico.
Enfrente del perchero, sobre tela señorial objetos conmemorativos de grandes viajes anteriores de los anfitriones: una hoja de Lórien entregada a Tharkas por la Señora del Bosque Dorado; una joya élfica entregada a Eámanë por el Señor de Rivendel; y un simple anillo de oro encontrado por Bruka en lejanas tierras. A estos objetos acompañaban una pequeña bolsa regalada a los anfitriones por uno de los hijos del Senescal de Gondor así como la figura dorada colocada sobre noble madera que fue entregada por el pueblo numenóreano a Tharkas una vez concluido su reinado, y la Oiolairë que el mismo pueblo le entregó antes de su partida a la lejana colonia de Uquendor.
Siguiendo por el pasillo, a la derecha se encontraban las cocinas, obviamente vedadas a los honorables invitados, y a la izquierda el Salón del Té decorado con enseres traídos del Lejano Harad y dónde se disfrutaba de música, sonidos y aromas de aquellas inexploradas tierras. Lugar preparado para que los invitados descansaran del camino. Al fondo, el Salón del Fuego, Salón de la Celebración al que no se podía pasar hasta que las Ulumúri dieran la señal. Más allá, los jardines. Trabajados al modo haradrim contenían en el interior dos casas con paredes, techo y suelo de tela. Junto a ellas, antorchas que no se apagaban con el viento. Dentro y arriba, la Biblioteca: con todos los antiguos y valiosos ejemplares de Númenor, sólo expuestos al completo en las Cenas de la Casa de Armenelos.
Las salas se fueron llenando lentamente, y los anfitriones observaron con deleite las muchas caras hermosas que se habían reunido allí: la luz dorada jugueteaba sobre las distintas facciones y relucía en los cabellos. (SA,2,I:110)
El toque de las Ulumúri anunció el inicio de la cena de gala. Bruka se dirigía a los asistentes mientras se abrían las puertas del Salón de la Celebración. De pie, con la mirada hacia el oeste y la copa levantada en la mano los tres anfitriones recitaron el solemne brindis de Númenor:
Siempre lo hacemos volvemos la mirada hacia Númenor, la Númenor que fue, y más allá de Númenor hacia el Hogar de los Elfos que todavía es, y más lejos aún hacia lo que es y siempre será. (SA,4,V:104)
-Por Númenor y por los amigos ausentes-, dijeron los tres al unísono pensando en los invitados que no habían podido asistir.
-Por Númenor y por los amigos ausentes-, repitieron los presentes.
Y ese momento aprovechó Eärendil I para comunicar a los presentes una gran y especial noticia: el próximo nacimiento de un nuevo príncipe de la Tierra Media en menos de un año. Los invitados se regocijaron y brindaron de nuevo para celebrar esta magnífica buena nueva.
Comenzaba el gran banquete, con platos traídos de todos los rincones de la Tierra Media por los invitados, acompañados por aromas y música traídos del desierto. De las cocinas de la Casa de Armenelos se sirvió comida haradrim y un dulce Lossadan. Durante la cena llegó de un largo viaje la dama Anna y poco después el aguerrido caballero Javi.También llegó un mensaje mágico de voz enviado por los honorables Alda y Ranandil, de viaje en una de las provincias septentrionales.
Tras la cena, llegó el mensaje más mágico de todos pues no sólo tenía voz sino también imagen. Llegaba desde la lejana colonia de Lond Daer enviado por el cuarto miembro de la Casa de Armenelos, Dâiraphel, y en él se dirigía a los asistentes. Aún no completamente repuestos de haber presenciado este prodigio, los anfitriones comunicaron a los asistentes la existencia de una gran piedra vidente en las dependencias más altas de la Casa, que permitiría al que lo quisiera entablar comunicación directa con Dâiraphel. Al mismo tiempo, comenzaron a servirse tés aromáticos traídos de Harad.
La Sala de la Celebración se convertía ahora en la Sala del Fuego y se preparaba para el comienzo de la noche intemporal. Pero antes, hombres haradrim en las tiendas de tela situadas en los Jardines hablaban en alto. Los asistentes presenciaron cómo un gran jefe de Harad recibía una misiva de un mensajero negro de parte del Señor Oscuro de Mordor...
Al regreso a la Sala del Fuego Eámanë narró a los asistentes cómo en su viaje a las Tierras del Sol encontraron un Diario escrito por unos exploradores numenóreanos que se habían adentrado en Harad, y compartió con los presentes su contenido. El resto de invitados comenzó a contar historias traídas de lejanos lugares y otras sacadas de libros antiguos durante varias horas hasta que las estrellas anunciaron la entrada en los dominios del Sueño.
Repartidos por la Casa, los invitados eligieron dónde recibir el descanso. Algunos se quedaron en el Salón del Fuego, pero otros salieron a las casas de tela de los Jardines, subieron a las hamacas de las estancias altas de la Casa o prefirieron dormir cerca de la tierra en las estancias más bajas.
Al día siguiente frutas poco comunes traídas de Harad acompañaban el primer desayuno de los invitados, y les permitían recuperar fuerzas para disfrutar de los famosos juegos acuáticos meneltármicos. El quidditch, el nuevo deporte con que fue obsequiada la Casa de Armenelos días antes por un joven mago, fue explicado a los invitados y arbitrado por dos de los anfitriones. El gran Ardias, portero del equipo vencedor, fue condecorado con la corona de laurel.
El sol se colocaba en su punto más alto cuando la mayoría de los invitados disfrutaba con un segundo juego fuera del agua: el ton-fron, mientras el resto decidió permanecer deleitándose en el transparente líquido. Después, un juego de sabiduría antigua, diversión de magos y reyes, sirvió para recordar y aprender memorables frases, nombres de grandes héroes, de caminos y montes olvidados, de estrellas relucientes, de pueblos desconocidos y palabras de lenguajes apenas escuchados.
La alegría y la satisfacción por el reencuentro de tantos amigos se hicieron explícitas con la música y el canto de canciones antiguas. Las horas habían pasado veloces y los estómagos advertían su vacío. Era la mitad de la tarde y llegaba el momento del último gran banquete. De nuevo el Salón de la Celebración se dispuso para acoger el acontecimiento que fue culminado con la tradicional y numenóreana carrera de flanes.
Poco podía hacerse ya para engañar al tiempo y alargar el día, salvo seguir disfrutando de la compañía y las historias de los invitados con la excusa de degustar té con pastas. Nuevos mensajes mágicos de Morniel y Annatar recordaron a los asistentes las últimas pequeñas historias llevadas a cabo por el pueblo númenóreano. Se acercaba la despedida, Bruka se dirigió a los invitados para intentar lo imposible: agradecer sólo con palabras su alegría, calor y cariño. Los asistentes se marchaban, pero no lo hacían solos, les acompañaban pequeñas estrellas de luz tímida caídas del cielo, y fuera esperaba el Libro de Visitas.
Gracias a todos los asistentes por llenar nuestros corazones de ilusión.