Conoce la Casa de Armenelos
Cuando en la Segundad Edad del Sol un visitante aguardaba en la cubierta del barco, aferrado a la borda y perdiendo su mirada en el horizonte, ansiando ver a lo lejos una silueta sobre el inmenso señorío de Ossë y Uinen:
imaginaba por un momento sobrevolar el Belegaer, el inmenso azul océano que baña las costas de la Tierra Media, sentir la brisa en la cara y escuchar atronadora música sobre las olas. Imaginaba seguir las olas, lentamente hasta morir en las costas y de pronto subir veloz para contemplar una gran isla con bellas y largas playas, con desafiantes acantilados. Sobrevoló la bahía y el Puerto de Rómenna, con sus aguerridos marineros, sus embarcaciones y sus gaviotas, sonrió con el bullicio del Gremio de Aventureros organizando nuevas aventuras y relatando viajes en mares inexplorados. Se acercó un poco más al norte, a la brillante Armenelos, la ciudad de los Reyes, contempló sus palacios y sus torres, altas y blancas, desafiando al Pilar del Cielo, el gran monte sagrado, el Meneltarma en su esplendor brillando bajo el sol. ¡Fíjate! –se dijo- mira las flores que abarrotan su cima. Voló luego hasta el hermoso Eldalondë el Verde y se deleitó con sus alegres gentes, escuchando sus canciones… Con un nuevo giro del viento se precipitó vertiginosamente y contempló por unos momentos las amplias explanadas de Mittalmar, sus campos de trigo ondeando al viento, sus blancas casas y sus verdes bosques, sintió rozar con sus dedos las copas de los más altos árboles, que fueron plantados por Yavanna. Cuando inspiró de nuevo su mente esquivaba los afilados riscos del norte y se descolgaba por los profundos páramos norteños de Forostar. Divisó Andúnië y sus nobles gentes, sus cuidados jardines en las laderas y los palacios de la costa y contempló un blanco barco que partía solo y silencioso hacia el Oeste, mecido por el viento.
Su mente imaginaba esto y mucho más hasta que la profunda voz del capitán a su lado rompía el hechizo:
- Allí está, muchacho. Númenor, la Isla del Don.
¿Qué es una casa?
Una casa es una especie de delegación geográfica de un Smial. Sólo puede constituirse por socios del propio smial pero sus reuniones y convocatorias, igual que las del smial, están abiertas a todos: socios, simpatizantes o cualquiera que se interese en ellas, ya que no exigen estar en posesión de ningún requisito especial. La periodicidad de sus reuniones la marcan sus propios miembros, así como los temas a tratar en las mismas y su organización. Es decir, una casa sería a un smial lo que un smial es a la Sociedad Tolkien Española.
En concreto, la Casa de Armenelos pertenece al Smial de Númenor y se circunscribe al ámbito de Galapagar, que es donde tienen su residencia sus miembros. Las reuniones se celebran en el Punto Joven del pueblo y el calendario de reuniones podréis encontrarlo en la sección dedicada a la próxima reunión.
Si queréis información sobre las reuniones anteriores, tenéis un pequeño resumen en la sección de anteriores reuniones.
Hay más información sobre la creación y el funcionamiento de las casas al final de esta página.
Historia
De Armenelos, "la más hermosa de las ciudades", se relata en el Akallabêth (S,Ak:7, 12, 39, 43, 47-51; S,AP:20) que fue sumida en el abismo bajo la gran ola, cuando estalló lanzando fuego a las nubes el Meneltarma y la bella tierra de Númenor se quebró (S,Ak:77-78).
Miembros
Dâiraphel
Dâiraphel. Ese es mi nombre. Significa "Hija de la Tierra", en adunaico, pues mi pueblo es el de Númenor y aquella la lengua de sus gentes. Pero no solamente posee ese significado dedicado a los caminos y a la tierra, pues soy -o me hice- montaraz, sino que tiene sonoridad especial en mis oídos, pues con honor recibí este regalo de los habitantes de la Isla de la Estrella, cuando por primera vez decidí partir a Tierra Media y fundar aquí la bella colonia de Lond Daer, desde donde ahora os escribo. Quisiera contaros una historia, mi historia, la historia de alguien que quiso salir de la rutina de su mundo particular, y se lanzó a la aventura de conocer a las mágicas gentes que participan del mundo de Tolkien...
Todo empezó un día de primavera en el que decidí acercarme a la isla. Había oído hablar durante años de aquellos hombres, los más altos de la Tierra Media, de sus costumbres, sus reuniones, sus conquistas. Llegué a aquel lugar de encanto al pie del Meneltarma en un barco númenóreano para celebrar con ellos la Erukyermë, loa a Eru y a la vida... Aún recuerdo la manera en que caí en la cuenta de lo extraño del nombre que mis padres una vez me dieron entre aquellas gentes que habían surcado todos los mares:
-¿Cuál es tu nombre?- Preguntó con una amplia sonrisa un viajero de Umbar en cuanto me vio.
-Maribel. ¿Y el tuyo?- Respondí escuetamente, algo apabullada aún por los muchos acontecimientos que estaba viviendo (y los que me quedaban por vivir).
-¿Mari... qué? ¿Maribel? ¿Y cómo es que tienes ese nombre tan raro? ¿De dónde vienes? Nunca has estado antes por aquí ¿verdad?
-Eeeeh... no, no, soy forastera supongo...
-Aaaah, o sea, que eres simpatizante...
-Sí, claro.
-...de momento- dijo él, con una divertida mueca que pocos días después conseguí interpretar como la certeza de que una vez envuelto en el halo de Tolkien difícil sería que permaneciese al margen mucho tiempo.
De repente era consciente de que un nombre tan extrañamente corriente era ahí poco usual. Aquel muchacho me llamaba continuamente "la simpatizante", como si mi nombre de pila fuera tan chistoso que no pudiese ser pronunciado en público. Después de aquella aventura, por supuesto, decidí unirme a tan alegres compañeros de fatigas y ser uno de ellos, con su historia y, como no, ¡un nombre como Eru manda!
Pero quienes me conocen saben que una tarea de esas dimensiones no es nada fácil para las personas con indecisión crónica. Sí, tal era mi caso, pues si bien en seguida decidí hacerme miembro activo de aquella comunidad, no tan rápido pude escoger un nombre que me conviniera. No es que no supiera nada, porque tenía algunos puntos claros. Primero, me dijeron que era esencial antes que nada escoger la raza a la que quería pertenecer. Aquello era algo asequible todavía, teniendo en cuenta ciertas preferencias como, por ejemplo, que los extremos nunca me gustaron, así que no quería ser orco por nada del mundo (ni personaje alguno que fuera "maloso" o totalmente repulsivo), pero tampoco ser elfo, ya que mis cualidades de ser casi etéreo, elegante, ágil, perfecto y armonioso dejan mucho que desear... Sabiendo que la barba no es lo mío, quedaban desechadas las enanas, así como figuras medio animales, dioses, ents, ponys, arañas y demás criaturas poco humanoides, ya que no consigo identificarme especialmente con ninguna de ellas...
En fin, entre hobbit y humana estaba la cosa. Hobbits... qué graciosos, tan redonditos ellos, con sus rizos, su saber comer, su comodidad, su animadversión hacia las aventuras... incluso tienen un libro sólo para ellos. Sí, que majos... Pero a ver si me lo iba a tomar muy en serio lo de las redondeces, el buen comer y los pies peludos ¡qué peligro! Una vez que uno se hace hobbit, ya no conoce la mesura y comienza a pensar ya en el tercer desayuno, en la próxima cena hobbit que organizará para sus amigos, o en el delantal tan mono que ha visto en la tienda de Pétula y Hermanos, que tan bonito se ve sobre su blanca piel, o en aquella receta de tarta de queso que su prima, la insoportable Carla Pasoslentos, le dio en su última reunión... Claro que, ser humana es poco... especial. En una tierra surcada por elfos de mirada penetrante, mágicos Istari, ucornos legendarios, y demás criaturas maravillosas, un hombre es, cuando menos, poco llamativo. Hay muchas razas, todas con sus pros y sus contras, pero... Toda la vida siendo alguien normal, y ahora que puedo elegir ¿¿Voy a ser una humana cualquiera??.
Tras horas de larga reflexión, caí en la cuenta de algo muy importante, que inclinó finalmente la balanza: los hombres son esa raza especial que no es ni puramente buena ni puramente mala. Son quienes llevan la esperanza de la Tierra Media, son quienes defienden la paz en Minas Tirith, son los que siguen luchando cuando incluso la esperanza parece escapárseles entre los dedos. Son la raza capaz de lo más loable, y también de lo más mezquino, son quienes tienen la libertad de elegir, siempre, en sus manos. Y además siendo de Númenor, la idea de adoptar la raza de la Isla de la Estrella me seducía... Sí, sería alguien de Númenor, si bien no en su tiempo de esplendor (pues todos sabemos, aunque no lo queremos admitir, que se hundió, muy a pesar nuestro), al menos uno de los descendientes de tan noble pueblo, que precisamente por el orgullo de ser tan noble cayó en lo más hondo... del mar, je, je. Sí, todo empezaba a cuadrar, ya que tenía en mente hacer un largo viaje y no sabía cuánto tiempo iba a permanecer en los caminos, vigilante, a la espera de lo que me trajese el destino... ¡Montaraz! A las órdenes de Aragorn, cómo no... Perfecto. Ya sólo quedaba el nombre. Sólo...
La búsqueda de un nombre propio para una mujer montaraz es realmente ardua. Y es que si ya eran bien pocos los montaraces que se nombraban en los libros que yo tenía, menos aún las mujeres montaraces. Pero bueno, tampoco era tan trágico, ya que tenemos entre nosotros expertos lingüistas que podían ayudarme a crear mi propio nombre, con mi propia historia, un nombre con significado, un nombre único, con personalidad...
-¿En qué lengua?- fue su primera pregunta.
Muy bien. O sea, que sabéis varias lenguas... La salvación: ¡Evidentemente en la lengua de Númenor, en adunaico! Una vez tan cerca de la solución empezaron los verdaderos problemas: es una lengua cuyo vocabulario conocido es bastante reducido, así que los significados que se me ocurrían para un bonito nombre o no existían, o no sonaban bien... La desesperación me llevó hasta mi último día entre las gentes de Númenor, varios meses después de haberme unido a sus no pocos quehaceres diarios. Aquel día tuvo lugar una de las más bellas reuniones a las que he tenido el privilegio de asistir. Contábamos incluso con un arpa que uno de aquellos bendecidos con un nombre Tolkieniano (y con el arte de la música) acariciaba mientras los demás escuchábamos embelesados entre lectura y lectura. Después fue el tiempo del vals, y el nudo en mi garganta seguía forzando el llanto por aquellos momentos que iba a perder en la lejanía... Cuando el Rey de Númenor se levantó y comenzó a hablar, yo sabía que el momento de las despedidas había llegado, y éramos dos quienes abandonábamos las costas de la Isla de la Estrella... Me preparé para algo muy emotivo, pero ni se me pasaba por la cabeza que Númenor en ese momento me haría un regalo que llevaría a partir de entonces para siempre atado a mí con el lazo del recuerdo perenne... Y es que, grabado en una madera, con una leyenda y el deseo del pronto regreso, descubrí con asombro mi verdadero nombre, aquel que me estaba reservado a mí desde antes incluso de conocer la magia de Tolkien. Númenor lo había encontrado, en adunaico, tal y como yo sabía que tenía que ser.
Tharkas
Los Enanos nos parecen particularmente cercanos, más que los elfos diría yo. Tienen peculiaridades muy humanas: defectos y virtudes típicos de los hombres, llevadas en ocasiones al extremo.
Así es: los enanos no son héroes, sino gente calculadora, con una idea precisa del valor del dinero: algunos son ladinos y falsos, y bastante malos tipos; y otros en cambio son bastante decentes, […] (H, XII:6)
Aüle hizo a los Enanos fuertes y resistentes. Por tanto, son duros como la piedra, empeñosos, rápidos en la amistad y la enemistad, y soportan el trabajo y el hambre y dolores del cuerpo más que ninguna otra criatura que el don de la palabra; viven largo tiempo, mucho más que los días de los Hombres, pero no para siempre. (S, QS, II:7)
Realmente me sentía identificado con ellos, aunque ni la mitad de lo Enano que me siento ahora, muchos años después de investigar y decidir que sí, que yo iba a ser uno de ellos. Si no lo era ya.
No recuerdo muy bien si en mi primera reunión ya tenía nombre elegido. Quería que se pareciese a Thorin, Thráin o Thrór, como el linaje de Durin. Pero tampoco quería coger uno ya escrito por Tolkien, eso me hacía sentir demasiado importante; y yo no era más que un enano que acaba a de dejar tímidamente el capuchón en la puerta.
Pero me preguntaron en otra reunión cuál era mi verdadero nombre, y los Enanos, como sabéis, no suelen decirlo así como así, es una lengua secreta la nuestra. Pero sin darme cuenta dije “Tharkas”. -¿Zarpas?- preguntó Terroncillo de Azúcar (Hoy día sólo dos personan me llaman así). Y me dije que no sonaba del todo mal.
Y fui Tharkas.
Que en nuestra lengua secreta significa “Enano del cayado” o eso creía yo. ¡Menuda suerte que tuve! Escogí un nombre con significado en Khuzdul a la primera. Pero no era del todo correcto, lo correcto habría sido “Tharkeis”, pero aquello lo descubrí algo más tarde, cuando ya nadie pensaba que yo pudiera llamarme de otro modo.
“I am Gandalf, and Gandalf means me.” Es una de mis frases favoritas. ¡Eso era! Quería identificarme con un nombre, uno que no estuviese aún escrito. Que fuese su propia pronunciación la que evocase el significado de lo que soy. Que la misma idea fuese la definición. Por eso siempre pienso que los que nos inventamos un nombre tenemos algo de ventaja.
Yo soy Tharkas y Tharkas soy yo. A su servicio y al de su familia.
Bruka
Wittgenstein escribió que el nombre es como una joya que te colgaron del cuello al nacer. Normalmente, no elegimos nuestro propio nombre, y muchos pasamos la vida sintiendo que los nombres que nos han regalado otros son los únicos que podrían quedarnos bien. En mi caso, "Bruka" fue un regalo de Aranarth (por aquel entonces, quería que lo llamaran Arvedui). Pensó que me iría bien un nombre norteño, puede que por mi aspecto físico, mi carácter, o ambos. Posiblemente, estaba pensando también en la relación de amistad entre Arvedui y el jefe de los Lossoth (cf. SdlA: Apéndice A, iii).
Tolkien no conservó el nombre de este personaje, pero Saruman escribió en El Rescate (tercer premio Gandalf 2003):
...ha presentado al jefe de los Lossoth, cuyo nombre no he logrado entender, pero que transcribo aquí como Lossanarth, puesto que así me ha parecido que sonaba. (Premios Gandalf 2002, 2003 y 2004, p. 155)
Por otra parte, Iron Crown Enterprises afirma en uno de sus módulos que el nombre de este personaje es Bruka. Las discrepancias entre las dos versiones son una historia para otra ocasión. Lo que me parece interesante es que el nombre "Bruka" (transcrito en ocasiones como "Brukka") ha aparecido en contextos distintos, aparentemente no relacionados, pero con interesantes coincidencias. Por ejemplo, recientemente descubrí en internet un grupo de jugadores en Exaria, "The Order of the Silverhands", que dicen ser seguidores de Brukka (dios de la caridad, la humildad y el autoperfeccionamiento). ¿Será por simple casualidad que su página web contiene varias ilustraciones de monjes de cabeza rapada?
En otras ocasiones, las coincidencias son menos jocosas y más interesantes.
Alex Raymond recordó desperezándose el fulgor de un sol blanco sobre las armaduras, la nieve lanzando cristales al viento cortante, un pueblo robusto envuelto en gruesas pieles, en jirones de un extraño sueño que huía de su memoria. Si se hubiera sentado a escribir lo que recordaba en ese momento, habría podido quizás retenerlo, pero no le dio importancia hasta que se sentó a trabajar.
Colocó adecuadamente los lápices y sus pliegos y se puso a pensar: ¿qué harían Flash, Dale y los demás cuando Ming el Despiadado se enterara de que se escondían en Arboria? Tendrían que escapar, probablemente, pero ¿a dónde irían? Ante la hoja blanca, imaginó de pronto llanuras heladas bajo el cielo gris y el sol blanco, y vastas extensiones de glaciares azulados. ¡Perfecto!, pensó, irán hacia el misterioso norte. Cerró los ojos e intentó volver al sueño en busca de más inspiración, pero había desaparecido casi por completo. Recordaba sólo el encuentro de dos culturas, una de brillantes armaduras y elegantes capas, heredera de una civilización alta y orgullosa, la otra, vestida con pieles y criada sobre el hielo. Y, por alguna razón extraña, recordaba el nombre del líder de este pueblo tan curtido por el frío y el viento: Brukka.
Durante 1939, en las tiras dominicales de Flash Gordon, creadas por Alex Raymond, las aventuras transcurrían en el misterioso y helado reino de Frigia, gobernado por la reina de las nieves. En una de las partidas de caza, muchos de los personajes fueron capturados por una banda de gigantes vestidos con gruesas pieles, armados con madera, piedra y bronce, y capitaneados por...¡Brukka!
Eámanë
Aún recuerdo perfectamente mi primera reunión en el Smial de Númenor, precedida de una estupenda experiencia en el rol en vivo de la Batalla de los Cinco Ejércitos organizado por el Smial, y del seguimiento en silencio de las actividades de una asociación, la Sociedad Tolkien Española, en la que estuve inscrita mucho antes de hacer acto de presencia, abrumada por pensamientos tipo "¿y cómo serán los participan? ¿y si son superfrikis pasados de rosca?". En fin, qué tiempos aquellos.
Menos mal que por error, y en mi seguimiento de actividades tolkiendilis, vi un día en internet un programa que me sedujo totalmente. Se trataba de las fiestas meneltármicas organizadas ¡¡¡que coincidencia!!! por uno de los dos smiales de Madrid. Era el momento de dar el paso. Ni corta ni perezosa convencí a una amiga y pagamos el precio de la actividad sin darnos cuenta (tengo que decir en mi defensa que no ponía el año por ninguna parte) de que las fechas no coincidían con los días de la semana de los que se hablaba en la página... Poco después, nos escribían desde el smial de Númenor para decirnos que nos habíamos colado y que para gran decepción nuestra las fiestas meneltármicas se habían celebrado el año anterior... vaya chasco y vaya vergüenza...
Sin embargo, nos propusieron que nos apuntáramos a un rol en vivo que estaban organizando para ese año aunque unos meses más tarde, basado en la Batalla de los Cinco Ejércitos. Y ya que estábamos, decidimos apuntarnos, pero aún faltaban muchos meses... y ya nos había entrado el mono tolkiendili:
-¿Y si vamos a una reunión?
-Ni hablar, porque entonces todo el mundo nos conocería como éstas son las que se han confundido y han pagado las fiestas meneltármicas, ja, ja ,ja
-Es cierto, que vergüenza. Jolines, ¿por qué no pondrían el año o quitarían la página?
Afortunadamente llegó el día R. Con más vergüenza que otra cosa, porque no conocíamos a nadie ni nunca habíamos jugado a un rol en vivo y aún teníamos nuestras dudas sobre el "tipo" de personas que estaría dentro de la Sociedad Tolkien, nos presentamos en el evento.
Y nos lo pasamos estupendamente. Allí conocimos a muchas personas con las que seguimos teniendo contacto fuera y por supuesto dentro de la STE, y nos decidimos plenamente a entrar en el smial.
Y sigo en Númenor desde entonces. Ahora, por avatares de la vida, mi vida se está desplazando geográficamente a Galapagar donde viviré en un "breve" plazo de tiempo. Y aquí estoy ahora, formando parte de la Casa de Armenelos para contribuir a que el Smial de Númenor sea conocido por quienes aún no lo conocen, y los que lo conocen puedan disfrutar, también, como extra, de la hospitalidad y propuestas de la Casa de Armenelos.
Ancamal
Mi primer contacto con la STE fue un tanto extraño. Por aquel entonces yo había llegado a leer parte del Libro Primero, de La Comunidad del Anillo, antes de abandonar ante el aburrimiento causado por las eternas páginas descriptivas del comienzo en Hobbiton. Y por aquel entonces, una tarde (de septiembre, si mal no recuerdo) como todas las demás, Mario Herrero (mi mejor amigo) y yo fuimos al Punto Joven, lugar de Galapagar con servicio de conexión gratuita a Internet. Uno de los monitores nos dio un par de hojas con un horario para una reunión de la Sociedad Tolkien. Yo no tenía ni idea de qué era eso, pero me sonaba de algo. Mario y yo quedamos en asistir a ver qué nos parecía, y volví a casa. Tras mirar las estanterías, me di cuenta de que era el autor de El Señor de los Anillos, y me imaginé un grupo de frikis disfrazados de Frodo, Sam y Gandalf el gris.
Así pasó la semana hasta que llegó la tarde de la reunión, acontecimiento que yo había olvidado por completo. Me “enchufé” a Internet hasta las 6 de la tarde, una hora después del inicio de la reunión. Cuando iba a irme a casa, Mario me detuvo y señaló un cartel en la puerta con el logo “Reunión de la Casa de Armenelos, hoy a las 5”. Di media vuelta y subimos las escaleras. No quería ni imaginarme lo que me iba a encontrar. Pero no fue tan malo.
Allí, sentados en torno a una mesa repleta de galletas, pasteles y vasos de té, estaban tres personas charlando alegremente.
La única mujer, quizá de menor estatura que sus dos acompañantes, tenía una pinta un poco rara, pensé, tomando té y hablando de cosas extrañas. Le escuchaba atentamente un joven calvo, de aspecto inteligente y reservado, que se acariciaba la barbilla con interés mientras escuchaba. Y a estos dos les miraba un hombre de negro y con barba, que parecía muy serio.
Les miré con hostilidad mientras Mario llamaba a la puerta, nos dejaron pasar y saludamos. “Nombres muy extraños”, pensé. Se hacían llamar Eamanë (la chica), Bruka (el calvo) y Valandil (el de negro). Este último no sonreía nunca, y eso me dio mala espina. “¿Dónde me he metido?”, pensé.
Nos invitaron a tomar el té y a comer (aunque el de negro, el tal Valandil, no dijo nada, sólo me miraba con expresión desconfiada cada vez que pegaba un mordisco al pastel que él había traído), nos pusieron un cortometraje muy gracioso, y después hicieron algunas lecturas de otros libros desconocidos de Tolkien titulados El Silmarillion y Cartas, entre otros.
A continuación realizaron un debate sobre temas extraños, yo no alcanzaba a entender más que algunas palabras sueltas, como <<Gandalf>>, <<Comarca>> o <<Sauron>>, que en extrañas ocasiones dejaban escapar entre la marea de nombres extraños como Morgoth, Valinor, Númenor, Ilúvatar o Mandos.
La verdad, salí de aquella reunión un poco mareado, aunque me habían caído bien los tres, incluido el de negro, que había producido en mí una instintiva hostilidad.
Desde aquel punto, a medida que iba asistiendo a más reuniones, iba conociéndoles mejor, leyendo más obras de Tolkien y entendiendo mucho mejor sus debates, lecturas y comentarios, y sobre todo, conociendo a mucha gente simpática y friki, frikis como todos en la STE, de la que Mario y yo pasamos a formar parte como “Ardias” y “Ancamal”, respectivamente.
Y así pasamos de ser unos hostiles invitados sufriendo la mirada de un desconfiado bigotudo, a convertirnos en los dos miembros benjamines de la STE. Y ahora, yo soy el quinto integrante de la Casa de Armenelos de Galapagar, y Ardias ya ha desterrado a Valandil, con diferencia, de su trono de los peores chistes malos.
En resumen, fue en aquella reunión hostil donde conectamos por primera vez, realmente, con el universo Tolkien, y desde entonces, nunca hemos podido dejarlo.
Creación y funcionamiento de casas
Reglamento de las Casas según los Estatutos del Smial de Númenor (RRI Númenor 11-02)
V.De las Casas.
- V.1 Se entenderán como Casas aquellas agrupaciones que puedan constituirse con un ámbito inferior al de la totalidad del Smial.
- V.2 Los miembros de cada Casa serán responsables de su organización.
- V.3 Cada Casa gestionará sus fondos propios, en el caso de haberlos, de forma independiente al conjunto del Smial. El Smial en su conjunto no podrá, en ningún caso, asignar fondos para actividades particulares de una Casa.
[...]
IX.Sobre los derechos y deberes de los miembros.
Derechos de los miembros:
[...]
- IX.5 Crear y participar en Casas y Gremios.